08-04-2018
El aniversario luctuoso del ingeniero Heberto Castillo (5 de abril) es pertinente para traerlo a la memoria. Fue un hombre polifacético. Es un reto iniciar un relato de su militancia. Tal vez su despertar a la política fue cuando, seguramente como millones de niños, llevó su alcancía para cooperar al pago, a las compañías extranjeras, por la expropiación petrolera. Siendo un joven veinteañero respaldó las movilizaciones magisteriales, de ferrocarrileros y de médicos, en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. En sus treinta formó parte de la dirigencia del Movimiento de Liberación Nacional, fundado por el general Lázaro Cárdenas.
En la cuarta década de su vida fue dirigente en el movimiento estudiantil de 1968, también concibió, al lado de Demetrio Vallejo, líder de las huelgas ferrocarrileras 1958-59, la formación del Partido Mexicano de los Trabajadores.
En sus cincuenta impulsó la unidad de la izquierda al promover la creación del Partido Mexicano Socialista (1987) y en 1988 declinó su candidatura presidencial a favor de Cuauhtémoc Cárdenas. En su sexta década de vida, entusiasta, impulsó la formación del Partido de la Revolución Democrática y desplegó intensa actividad por lograr un acuerdo pacífico del conflicto armado en Chiapas. Fue diputado de 1985 a 1988, cargo que dejó para ser candidato presidencial del Partido Mexicano Socialista, falleció siendo senador de la República.
A lo largo de su vida política conoció la dureza del antiguo régimen en contra de la disidencia política. Sufrió un intento de asesinato, con apariencia de accidente automovilístico, varias golpizas que le fracturaron costillas y la clavícula y conoció las mazmorras del Palacio Negro de Lecumberri, hoy sede del Archivo General de la Nación. A pesar de todo, siempre mantuvo su postura de buscar el cambio político pacíficamente. La izquierda marxista calificó a los miembros del Partido Mexicano de los Trabajadores y a él de aperturos, reformistas y carranclanes.
En paralelo realizó una intensa actividad científica. En 1959, cuando tenía 31 años, desarrolló la teoría de “Variantes Estructurales” que tiene que ver con propiedades intrínsecas de las estructuras, sobre todo su resistencia a los sismos. La tridilosa (1966) es una estructura cuya cualidad más destacada es que puede ahorrar un 66 por ciento de hormigón y hasta un 40 por ciento de acero, porque no necesita ser rellenado de hormigón en la zona de tracción, solamente en la zona superior de compresión. La tridilosa sirve para hacer techos, puentes ultralivianos (en Nicaragua construyó un puente por el que pasan camiones y puede ser levantado por 2 hombres), muelles flotantes y hasta pangas, como unas 40 que navegan desde hace años en Campeche. Los puentes se pueden construir con la tercera parte de fierro y una séptima parte de concreto. El Hotel de México, uno de los edificios más altos de México, está construido con tridilosa.
Su actividad científica fue mucho más allá, inventó un “aeromódulo” de la Isla Energética. Fue también creador de más de cien programas para computadora en lenguaje Basic para el cálculo de edificios. También fue autor de la teoría Invariantes Estructurales y del Teorema de la Barra Conjugada en Estructuras Espaciales. Es responsable del estudio y soporte técnico del sistema constructivo denominado kinkreto, elaborado a base de concreto ligero mezclado con polímeros para el desarrollo de estructuras ligeras. Además, realizó diversos estudios de funciones y de la aplicación de la geometría matricial.
Su labor docente fue intensa: en la Escuela Nacional de Ingeniería de la UNAM (1950-1968), en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del IPN (1955-1968) y del Colegio de Ingenieros Militares (1966-1968). Su éxito como diseñador estructural lo impulsó como ponente en congresos de Estados Unidos, Europa, Asia y Latinoamérica sobre Teoría de las Estructuras y Alternativas Energéticas.
Cuando estuvo preso en Lecumberri también se dedicó a la pintura. Dos son sus cuadros emblemáticos: Zapata cabalgando y el otro, el círculo de estudio de los presos que fueron dirigentes del Consejo Nacional de Huelga durante el Movimiento estudiantil de 1968.
Heberto Castillo Martínez bregó toda su vida por cambios de raíz de diferentes problemas que afectan a la sociedad. Revolucionó la ingeniería con sus teorías novedosas. Desarrolló una labor docente trascendente. Buscó el cambio social pacífico y, a pesar de que comprendió las motivaciones de quienes optaron por la violencia política para lograr cambios, fue un convencido de la superioridad de la inteligencia y el diálogo sobre el uso de la fuerza. Sus armas fueron las palabras, los argumentos, las razones, la organización política dentro de los marcos legales, aunque éstos fueran restringidos. Siempre buscó el cambio pacífico y legal de un sistema que encontraba su razón de ser, en la sinrazón de una minoría creyente de que era heredera eterna de la posesión del poder.
Heberto Castillo Martínez fue un hombre universal, inquieto intelectualmente, como cualquier hombre del Renacimiento. Agitó el mundo de la ciencia con sus teorías, escribió sobre historia, economía, filosofía, política, cultivó la pintura, el dibujo, fue maestro y legislador. Pero no fue sólo un teórico, fue un hombre de acción. Siempre llevó a la práctica sus ideas, ya fuesen científicas, estéticas o políticas. Algunas ocasiones tuvo éxito, otras fracasaron o cometió errores. Pero en todas sus acciones siempre tuvo un objetivo claro: buscar los cambios en beneficio de la sociedad. Ése fue el bien supremo, la estrella polar a la que subordinó su interés o aspiración personal y entregó su energía y pasión vital. Fue un hombre creyente de que son los principios éticos los que deben ser el impulso de la acción humana, en cualquier campo de su actividad.
Fue un visionario, pronosticó el fracaso de la política petrolera impulsada desde el gobierno de López Portillo hasta el presente. Vislumbró la crisis de la globalización económica, cuando ésta balbuceante se presentaba como alternativa única de desarrollo. Auguró la necesidad de diversificar las fuentes de producción de energía.
El mayor homenaje que se le puede hacer a este mexicano ilustre es contribuir al cambio en beneficio de las mayorías del país, desde la más modesta trinchera que ocupemos en la vida. Buscando ser mejores cada día, planteándonos metas y persiguiéndolas con tenacidad y honradez. Como estudiantes, pues estudiando, como trabajadores siendo responsables con nuestras tareas, como funcionarios públicos, comprometiéndonos con el servicio a los otros y no sirviéndonos.
Decía que no se podía afirmar contundentemente que una persona era revolucionaria, sino hasta que hubiera muerto, porque siempre existía la posibilidad de que se cayera en alguna tentación o desviara del camino. El Ingeniero no está físicamente con nosotros, pero su paso por el mundo ha marcado la historia de una manera imborrable por su honradez, congruencia, tenacidad y templanza. Hoy podemos decir “…que cuando todo lo provisoriamente vencedor en el presente caiga hecho pedazos, el futuro será de los que no ceden ni transen, de los que no se doblan ni tengan temor de romperse…”, entonces tú estarás presente recordándonos que “no importa de dónde venimos sino a dónde vamos”, porque fuiste, eres, un hombre universal y un revolucionario.
Consejero Electoral del INE/
Profesor UAM-I
@jsc_santiago
http://www.javiersantiagocastillo.com
Vía: La Crónica